Historias de café y del teso

300 cafés diario, 20 kilos a la semana

Maese Panchito conoce a la perfección los datos del consumo de café  en la sociedad en la que vivimos, soñamos y trabajamos. Los conoce con cifras y también a ojo de buen (subrayemos las dos palabras) cubero (el que sabía calcular ben la exactitud de aquella medida de capacidad), por intuición comercial. Maese Panchito dirige desde su escaparate de la Plaza Gipuzkoa una tropa de comerciales y mecánicos y una flota de furgonetas que distribuyen diariamente kilos y más kilos del grano que luego se convierte en nuestra bebida favorita. Que instalan las cafeteras de las que los mejores baristas y los bareros  con más experiencia  extraerán el líquido negro que nos levanta el ánimo y no solo nos da fuerza para seguir en la cotidiana brega sino que nos proporciona momentos de un placer incomparable.Maese Panchito sabe que un bar que abre  a las seis de la mañana (los hay) puede gastar 20 kilos a la semana porque cuando recién está amaneciendo (escribimos a finales de julio) uno no se toma un biter Cinzano o Kas sino un café que te ponga las pilas y te enchufe al día. Hay oficios y oficiantes que lo acompañarán con un pintxo de tortilla (hay bares que sacan las suyas  a esas horas) o con un chupito de cazalla.  En esos lugares el gran consumo de café se hace hasta el mediodía y luego disminuye drásticamente.  Si caso, algunos después de comer. Pero pocos.En los polígonos industriales los bares que trabajan de lunes a viernes  y abren más tarde, hacia las 07.30 o las 08.00, llegarán a servir los 300 cafés diarios.Son pocos los lugares en los que el consumo de café es continuo, sin baches ni horas valles. Pero existen. Esos sitios reconocidos, precisamente, por cómo preparan el café. Sitios donde, mayormente, no se vende alcohol. Solo café, infusiones, refrescos exquisitamente preparados y sándwiches y bollería de alta gama. Sitios pequeños donde no se puede echar la tarde sino simple y precisamente, eso un café, una pasta almendrada y a seguir la ruta urbana.Nos es buena decisión comercial plantar una super/mega cafetera de 2, 3, 4 grupos (digamos que son el número de grifos por donde saldrá el café) en un local que solo abra de tarde. A no ser que esté en una zona privilegiada como puede ser una primerísima línea de playa o los clientes ya se hayan habituado a tomarse ese café vespertino que a otros tanto asusta por miedo a no poder dormir en la noche  cuando en realidad, la culpa nunca es del café sino de nosotros mismos, de nuestros miedos, deseos, amores y desamores.Hay cientos de máquinas cafeteras en el mundo. Algunas son auténticas piezas de orfebre y otras tan antiguas que nos retrotraen a aquellas épocas donde el café era considerado o un regalo de los dioses o una añagaza del Diablo. En el mundo de la hostelería son precisas cafeteras de buen porte pero recias, sólidas, que aguanten sin colapsar esas cifras impresionantes que hemos comentado hace unas líneas (20 kilos de café a la semana, 300 tazas al día…; 14 kilos de lunes a viernes, 200 entre las 8 am y las 12 del  mediodía). Maese Panchito y su tropa de comerciales e instaladores  han elegido Gaggia, no por nada ese nombre, famoso entre todos los adoradores del café de los diversos multiversos en los que vivimos, es el apellido del inventor y absoluto cafeinómano que en septiembre de 1938 patentó la primera cafetera moderna sin vapor (en la Wikipedia aparece incluso el número de la patente, 365726). En realidad, la inventó para uso particular, personal pues el signore Achille Gaggia poseía una cafetería. En Milán, naturalmente,Lo que ideó el señor Achille fue una  máquina que hacía que el agua fluyera sobre el café molido a alta presión, resultando en la crema característica del expreso. En aquel 1938 aún no existía Gaggia como empresa (hoy, con sede en Robecco sul Naviglio, Lombardía,  forma parte de Sabeco, que es a su vez una división de la holandesa Philips) sino que fue creada diez años más tarde y hasta 1977 no empezó a fabricar cafeteras expreso de uso doméstico, haciendo realidad así el sueño de tantos aficionados particulares que ansiaban preparase un en casa un café como el de la cafetería de la esquina (aunque cosa probada es que el café nunca sabe igual en casa que en el bar, con su crema , su taza, su platillo, el toque de la cafetera en marcha desde la mañana, la mano del maestro cafetero, la presión, en el porta, el grano bien molido y reciente…).Gaggia tiene un web espléndida, historiada  e historicista, narrada a ritmo de comic en ocasiones y en otras dejándonos el sabor en los labios de cócteles maravillosos como ese Virgin Espresso Colada que combina el coco, la piña y un doble… expreso, naturalmente. Claro que nada superará jamás a ese Ginger Coffee Spritz, burbujeante, espumoso, con jengibre y café.Gaggia ofrece también, al barista que todos llevamos dentro, consejos para catar un café. Por cierto, las catas en las que más hay en juego (un campeonato, una salida a Bolsa, una operación comercial) no se usa, mayormente, café expreso, hecho en cafetera como la que ideó hace 86 años el venerado Achille sino infusionado y preparado en máquina de goteo, tipo  la británica Russell Hobbs, una empresa que empezó a fabricar teteras pero al poco (1952) diseñó   la primera cafetera automática del mundo, la CP1 . Hoy ha revolucionado el mundo del goteo con la tecnología Whirltech Brewering que logra que el calor no solo incida en el centro del café contenido en el filtro sino por toda la superficie.La última tentación para cafeteros irredentos y cafeinómanos sin curación ni posible ni deseada es  la cafetera de viaje, casi de bolsillo (o de mochila),   portátil, elegante diseño, tamaño compacto y peso inferior a 700 gramos. Funcionan con batería, hay que enchufarlas y sirven para molido o cápsulas. Según la OCU, la organización de defensa de los consumidores, no son muy prácticas pero todo el mundo sabemos,  Maese Panchito más que nadie, que no hay criatura más caprichosa en este mundo que el amante del café.De puchero, con calcetín,  turco, batido, infusionado o espresso; en bar de polígono o en cafetería de especialidad… buena taza, amigos

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Begoña del Teso

Comentarista de Cine. Entrevistadora. Reportera.
Fan fatal de los vampiros, las motos y el café.

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