Es verdad, el café más antiguo de Europa no está en la ciudad de Cabaret, de la Alexanderplatz, de Marlene Dietrich, de los mejores raves y afters, de los patios traseros llenos de vida y acción. No está en la ciudad en la que habitó Bowie. No en la de The Wall de Pink Floyd. No en la de los salones cinematográficos que resultan ser auténticos palacios como el impactante Friedrichstadt-Palast; creado en 1873 como music-hall, varieté y circo fue elevado a la categoría de emporio del espectáculo por el legendario Max Reinhardt, bravísimo impulsor del expresionismo. El Friedrichstadt-Palast tiene capacidad para 1895 espectadores, una pista de patinaje y la gente acude a la cita mucho, mucho antes de que se levante el telón. Porque la norma de la casa. La costumbre consiste en tomarse una copa de champagne en su gran café antes de que empiece la película, el musical, Champagne y show business en el 107 de la Friedrichstraße. Desde siempre y por siempre jamás
Pero no, el café más antiguo del mundo está en la ciudad de Bach, de Clara y Robert Schumann, los jardínes invadidos, hoy, por la desolación del covid y las ratas. Sí, el café más antiguo de Europa está allá donde Goethe escribió parte de Fausto. En la ciudad del RasenBallsport, el equipo de fútbol sajón que echó a la Real Sociedad de la competición europea. El café más antiguo del continente se encuentra en Leipzig y ya en 1556 los viajeros lo citaban en sus crónicas y sus cartas, Se llama Zum Arabischen Coffe Baum, se encuentra en el número 4 de la calle Fleischergasse y en su nombre ya hace mención al origen exótico de la bebida que amamos, puesto que viene a querer decir Aquí, en el cafetín arábigo.
Es verdad, Berlín no tiene el café más antiguo del mundo. Pero hoy en este Tercer Milenio, en este siglo XXI que intenta seguir vivo a pesar del horror islamita, el horror pandémico, el horror putinesco, del horre del Mediterráneo convertido en cementerio, esta ciudad es santo y seña fastuosa para las nuevas, novísimas maneras de tostar, moler, preparar, servir, tomar y amar el café. Decenas de enamorados de esta bebida por la que algunos daríamos la vida pues ella nos la renueva en cada taza, han recuperado viejas fábricas de ladrillo rojo-oxidado, edificios que fueron cocheras o cuadras e instalado allí pequeños tostadores que enamoran a cualquiera de nosotros, a cualquiera de los nuestros con su olor, sus texturas, sus aromas .
Superada, parece, la sexta ola del covid, en Berlín surfean felices la llamada Third Wave of Coffee, la Tercera ola del café. Revistas de arte, decoración, arquitectura, estilismo le dedican cientos de páginas. En la primorosa y lujosa AD, por ejemplo, certifican: estamos ante un movimiento que reúne fetichistas de todo el mundo con un objetivo claro: reivindicar el café como un producto tan sibarita y de calidad como el vino. Si el agua con pedigrí tuvo sus adictos hace una década, el café de alta gama recluta ahora groupies en progresión geométrica,
Hay lugares increíbles como los dos locales de… ¡Bonanza! Uno está en la zona de Prenzlauerberg, en Oderberger Straße 35 y el otro en Adalbertstraße 70. Te sirven una asombrosa delicia colombiana dicha El Divino Niño, con notas de pan de banano, manzana caramelizada y azúcar de caña. Te ofrecen un Caballero natural, un hondureño que te recuerda los dátiles y el cacao.
Consideran los de Bonanza a sus colegas de Berliner KaffeeRösterei los mejores rivales a los que enfrentarse. O con quienes cooperar en los cafetales lejanos. Impresionante, realmente impresionante tostaduría de café, presente en muchos de los rincones más notables de la ciudad, se han hecho incluso con corners realmente increíbles del novísimo aeropuerto Willy Brandt. Hay quienes dicen que parece que sus soberbias coffee boutiques siempre hubiesen estado allá donde están. Tienen 8 ubicaciones distintas. Están en la gran avenida Ku´dam. Y en una de sus más bellas bocacalles, Uhlandstrasse. Y por supuesto, en la Friedrichstraße, que se cruza de este a oeste con la mítica Unter den Linden y la gloriosa Leipziger Strasse, vía que existe desde el año 1700.
En Berliner Kaffee Rösterei trabajan más de 130 empleados de 15 nacionalidades distintas y su tostado es fresco, a diario y en tambor. Juegan exquisitamente con 120 especialidades entre las que destacan un Cubano Serrano Superior, aterciopelado y de baja acidez más notas características de tabaco. Su Berliner Friedrich König (homenaje al sabio rey berlinés Federico) sabe fuerte, potente, valeroso. Con aromas y sensaciones especiadas, ahumadas y notas de chocolate con leche y castañas asadas.
Hay más, muchos más tostadurías en Berlín. Invicta e inolvidable es de The Barn que ha revolucionado la idea del café soluble y ha capturado en bolsitas como las del té el mejor Etiopía, el mejor Brasil. Instant &Drip lo llaman y se lo recomiendan al cafeinómano para que de viaje, en la oficina o allá donde esté y siempre que tenga agua caliente, una taza y ame e infusionado con cuerpo, pueda tomarse un sorbo de las Tierras Altas de Guji u otro de la finca del valle Alto Alegre, allá por Mococa, cerca de Sao Paulo.
¡Qué feliz sería nuestro amo, señor, amigo y cómplice Panchito tomando café por las avenidas, las plazas y los parques de Berlín!
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