Nos fuimos con Maestro Panchito a Barcelona a un congreso sobre las nuevas narrativas de la Inteligencia Artificial. Fuimos en tren. A algunos nos gusta sentir pasar el tiempo y los paisajes. Notar los vagones entrando en Castejón, en Tudela de Navarra, ver cómo se desliza el caballo de hierro sobre sus raíles mientras al otro lado de la ventanilla aparecen y desaparecen Los Monegros, ese desierto aragonés tan apasionante, primo geológico más o menos lejano de Las Bardenas navarras.
Nos fuimos a Barcelona. Estación provisional de Renfe San Sebastián Donostia-Estación de Sants. Pasamos unos largos ratos en la cafetería rodante. Lo suficientemente largos como para descubrir que Café Catunambú es el proveedor oficial de la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles. Todo un logro para esta marca fundada en Sevilla por Juan Ferrer en 1897.
¿En Sevilla? Más exactamente en la calle O´Donnell. Juan había emigrado desde Colombia a Andalucía, el sabor de las cerezas del café en los labios. Soñó desde el principio poner unas gotas de ambrosía realmente en el desayuno y en la sobremesa de los andaluces. Lo consiguió. Y así, antes de poder grabar en sus tazas la leyenda El café del tren, vio que a su Catunambú lo consideraban El café de Andalucía.
Catunambú, bonito nombre, ¿verdad? Es el de uno de los pueblos originarios de Colombia junto con los Coconuco, Embera, Eperara Siapidara, Guambiano, Guanaca, Inga o Nasa.
El café del tren que va a Barcelona se tuesta en Andalucía y ya no viene solo del Cerro sino también de Jamaica y Australia.
Nos fuimos con Maestre Panchito a la ciudad del Barça y el Espanyol a un congreso sobre las narrativas de la Inteligencia Artificial y no, no tomamos partido por ninguna de las dos marcas locales que les disputan el mercado a las grandes nacionales e internacionales. Partido, no pero unas cuantas tazas sí que nos tomamos con Maese Panchito en varias antiguas cervecerías a unos pasos de la calle Cartagena. En varias marisquerías de baldosa y terrazo de la calle Castillejos en el Eixample, lugares de siempre hoy regentados por la segunda generación de La emigración china.
Unas cuantas, muchas, tazas de Cafés León con su sede principal en Sabadell y otras tantas de Café Bosque que tiene su boutique principal en la calle Enric Santis y se enorgullece, mayormente de su preparado Dragón, especial para baristas, capaces de domar una mezcla fuerte y con mucha crema.
Fuimos a Barcelona. En tren. Tomamos mucho café. Bastante bueno. Volvimos. Rápido. En las boutiques Panchito teníamos que catar un té rodeado de mil leyendas y misterios, el Milky Oolong, una de las maravillas maravillosas a degustar en este verano de 2023.
Milky, sí. Como Milky Way. Es decir, Lácteo. Como la Vía Láctea. Oolong, sí. El definido por la Wikipedia tal que ‘ té chino tradicional (Camellia sinensis) que queda entre el verde y el negro en oxidación, lo cual le da un característico tono azulado
Oolong, sí. Claro, elegante, semi oxidado. Algunas de sus variedades se cultivan en los acantilados, otras son evoluciones de un arbusto de origen mitólogico, el Xi Zhi Hao o pastel de té del dragón-fénix
Oolong. En Panchito tenemos el llamado Fancy, semifermentado de largas hojas con gusto a castaña y de infusión clara. Pero para este verano, oh sorpresa, o maravilla, os decubrimos el Oolong Milky. No, para nada. No es un té con leche. Es un té que puede ser de Fujian o incluso de Taiwán con notas lácteas en su aroma y su sabor.
Lácteas, sí. También hay notas lácticas, incluso aroma de mantequilla en algunos vinos (según la mágica web Cata Vino, marca incluso noblemente los grandes blancos, incluyendo los grandes bruts espumosos, y este aroma delicioso se potencia cuando se trata de chardonnays vinificados en barricas de roble nuevo).
Se ha escrito mucho y soñado aún más sobre los orígenes del Oolong Lácteo. Se habla hasta de la historia de amor entre la Luna y un cometa. De un polvo de estrellas que salpicó las hojas de los arbustos y para sorpresa de las recolectoras, cuando a la mañana siguiente cortaron con delicadeza las hojas rezumó eso… leche.
Bonita la leyenda, mucho, pero en realidad el misterio es otro. El té lactoso de las montañas Wuyi tiene su origen en el descenso de temperatura que suele suceder unos días antes de la cosecha. Un descenso rapidísimo, violento, que altera el sabor del té y le imprime notas de leche dulce.
Otra de las razones tiene una causa más humana y de procesado. En la provincia de Fujian, calientan las hojas, después de marchitar, aún húmedas, y antes de enrollarlas a mano y secarlas, con vapor de leche en lugar de vapor de agua. Esa sutilísima lluvia impregna toda la hoja y el resultado es tan delicioso que los chinos preparan el milky con gran meticulosidad, en una ceremonia llamada gongfu. A nosotros, salvajes occidentales, nos puede bastar con infusionar dos gramos por tazón a una temperatura de 80º durante tres minutos. No, por favor, no se añade ni lecha ni azúcar.
Fuimos a Barcelona., Tomamos mucho café y volvimos para catar el Milky Oolong. En el tren de regreso leímos Comida de domingo, la bellísima, poética, melancólica, intensa y nunca desesperanzada biografía que uno de los grandes de la literatura portuguesa, José Luis Peixoto, ha dedicado al señor, al comendador Rui Nabeiro, patriarca, alcalde, filántropo, marido enamorado, contrabandista, político, Doctor Honoris Causa por la Universidad de Coimbra y fundador en el Alentejo de Delta Café, el imperio luso del café. El comendador murió hace nada, el 19 de marzo de este año, nueve días antes de cumplir 92.
Fue un gigante que nunca aceptó vender su empresa, la de su pueblo, Campo Maior a las grandísima multinacionales planetarias. Pero eso lo contamos otro día. Ahora vamos a catar con Maese Panchito un Slow Coffee de Tanzania. De Delta, sí
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