Dos películas recientes, una muy interesante y otra realmente fallida, tienen al café si no como hilo conductor sí como una presencia más que interesante y sugestiva.
Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore aunque no funciona para nada comienza de manera altamente exquisita para todo cafeinómano que se precie. Los protagonistas, Albus Dumbledore y Gellert Grindelwald (recuerden, esto es una remontada hacia el pasado del presente de lo que un día fue para todos nosotros la historia contenida en los libros y las películas de Harry Potter; recuerden, es la tercera parte del libro que J.K. Rowling escribió a la vez o después de la saga de Hogwarts, basándose en el mítico volumen de magizoologia –zoología de los animales que acaso no existieron jamás- que Potter debía estudiar para graduarse y para adquirir la sabiduría suficiente para enfrentarse a Voldemort) se encuentran en un café espléndido, de los de antes de tanta franquicia y tanta multicadena internacional. Mármoles, suntuosos terciopelos, columnas de piedra noble, vajilla de hermosísima porcelana…
Pide un café. Negro. Denso. Cucharilla de plata que tintinea sobre el platillo…. Discutirán sobre las pesadillas que están por llegar. Se olvidarán del café (bordes dorados en la taza…) Lástima, quizás si se hubiesen tomado su café la película habría sido mejor…
Fadia´s Tree, por el contrario es un filme poderoso. Tanto que ya fue considerado el mejor documental presentado en el Kamara Human Rights Film Festival celebrado en Yemen el año pasado. Tan poderoso que en el Giza Eskubideen Zinemaldia sucedido en Donostia hace solo un par de semanas, se alzó con el galardón que Amnistía Internacional concede año tras año a la que considera la obra más impactante alrededor de una lucha sin fin.
Fadia´s Tree es el primer largometraje de Sarah Beddington, artista multidisciplinar cuya obra se ha exhibido en museos y galerías de todo el planeta. Sarah nos propo el retrato de una mujer palestina refugiada en el Líbano de cuya mirada, de cuyos sueños y esperanzas, no desaparece un árbol que crecía cerca de la casa que su familia se vio obligada a abandonar hace mucho, mucho, demasiado tiempo.
En este filme, producido por otra mujer de bravura, Susan Simmett, la protagonista agasaja a las visitas que recibe en su nuevo-viejo hogar del campamento de refugiados donde vive con deliciosas tazas de café árabe, especialidad y ritual considerado Patrimonio Intangible de la Humanidad. Ya saben ustedes, ese que se toma lentamente, impregnado de los aromas especiados del cardamomo o el azafrán.
Fadia no solamente prepara y ofrece ese café. Ante la cámara, escruta los posos que quedan en la taza, la ‘borra’ y en esas manchas descubre vestigios del pasado, realidades del presente y fogonazos del futuro.
Porque el arte, la magia, los secretos de la adivinación no se esconden únicamente en las líneas de las palmas de nuestras manos, en las cartas del tarot, en la baraja española, en las estrellas o en la bola de cristal. Ni siquiera en el vuelo de las aves. Los tiempos pretéritos, los del hoy y los que están por venir se leen también en las entrañas aún calientes de un animal sacrificado. Y por supuesto, en los extraños dibujos que el buen vino deja en una copa. En las hojas de té, como bien aprendió el mismo Harry Potter en su tercer curso en Hogwarts. Fue entonces cuando la profesora de Adivinación Sybill Patricia Trelawney, tataranieta de la famosísima y celebradísima vidente Cassandra, leyó los restos de su taza y descubrió demasiado avatares: el halcón, un enemigo mortal; un ataque; la calavera, peligro en su camino y el perro gigante y espectral que ronda por cementerios y es augurio de muerte.
Hay muchos pueblos que dominan el arte y los secretos de la cafeomancia, llamada también Taseografía pero entre todos destaca el armenio. Amantes del café hasta límites ilimitados, lo preparan en esas míticas cafeteras de cobre, dichas ‘djezvé’, utilizando un molido muy muy fino. .
Lo calientan al fuego. Cuando la espuma sube hacia el cuello del ‘djezvé’ lo retiran rápidamente y con una cucharilla ponen un poco de espuma en cada taza. Después vierten el café. Todos los invitados saben que deben esperar uno segundos hasta que el polvo de café (la borra) se haya depositado en el fondo…
Así comienza la charla, la velada alargada. Hasta el momento de mirar hacia los adentros del pocillo y empezar a leer el pasado (en el fondo), comentar el presente (en los posos adheridos a las paredes) e intentar intuir el futuro (en los bordes). También se puede volcar la taza sobre un platillo. Y al mirar los dibujos tomar muy en cuenta, igualmente, los blancos que quedan entre los borrones. Porque son símbolo de ‘vaciamiento’, de ‘no lugar’, de…
Eso es la cafeomancia. Pero para descubrir las fluctuaciones del precio de nuestra bebida favorita no nos hace falta Mejor juguetear con los posos para descubrir amores o descifrar los caprichos del Destino. Para leer los precios del mercado mundial del café basta con entrar minuto a segundo en páginas y portales como Market Insider donde a las 10.40 de la mañana de Martes de Pascua su cotización en los mercados internacionales se situaba en 2 dólares 20 centavos la onza, que vienen a ser unos 28, 3495 gramos. En menos de tres horas el precio del arábica había descendido tres centavos y cuatro el robusta vietnamita. Por otro lado, muchos de los cargamentos destinados a Rusia han sido desviados a otros puertos y aduanas tras la imposición de sanciones por parte de Estados Unidos, la Unión Europea y otros países. Muchos de los mercantes cargados de contenedores han regresado a Nueva York mientras Brasil se encuentra gravemente afectado por los problemas de transporte de sus granos al resto del mundo.
Nuestro país sigue siendo el más cafetero del planeta. En las 17 comunidades más Ceuta y Melilla consumimos 246 millones de litros al año, lo que hace que nos toquen, al menos es-ta-dís-ti-ca-men-te hablando 5,2 litros por cabeza. En Chile están asustados por la terrible subida del precio de una taza de café solo.
En Ucrania, en lugares como Mariupol, sitiada y sometida al hambre y a la escasez total, el café se ha convertido no ya en un lujo sino en un sueño imposible y quien tiene un hornillo, lo prepara de cebada. Antes de que todo fuera a peor, se calculaba que los productores de café del mundo perderían en ese mercado (hoy ya inexistente) un mínimo de 400.000 sacos. Los brokers internacionales que actúan en el mercado del café prevén un déficit para este 2022 verdaderamente brutal, entre 7,2 a 8,8 millones de sacos…
Como siempre sucede, a quienes más dañará esta situación será a los pequeños cultivadores, a las cooperativas indígenas. Pero los ricos también lloran. En Argentina (cuya situación está agravada por su eterna crisis económica) grandes cadenas asumen la imposibilidad de importar y prevén un rápido agotamiento de su stock.
En las guerras nadie nunca jamás bebió buen café. No hace falta leerlo en los posos de nuestra taza de ese aromático de Sumatra comprado por Panchito a pequeños agricultores de Sumatra; basta con preguntar a nuestros padres y abuelos. Sabes que la guerra acabó y la larga posguerra también cuando puedes tomar algo que te recuarda a un Pico Cristóbal colombiano. Así que, sabiendo que a las orillas del mar de Azove serían felices solo con olerlo, no pidamos un café ‘por tomar algo’. No, el café es un sueño para mucha gente que no tiene ni fuego para calentarlo. En Ucrania y demasiado cerca de nosotros también.
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