Pasaron ya todas las películas del Zinemaldia 68, del SSIFF de 2020 y seguimos con el gusto del buen café de celuloide en los labios.
¿Cómo no íbamos a paladear aromas y fragancias si la muy ambiciosa y fantástica Todos os mortos, pieza brasileña de Caetano Gortardo y Marco Dutra, se iniciaba con una escena hermosísima en la que el ama de llaves de una hacienda venida a menos, la de los Soares, está sentada en un banco de piedra del jardín antiguo tostando granos de café en una sartén grande, tostándolos mimosamente?
Pasará luego a la cocina donde usará molinillo auténtico, de buenas cuchillas (filmado en potente primer plano) mientras pone en la olla (de barro negro) el agua a hervir y ya tiene colocado, en otro aparato de hierro que lo sostiene, un filtro mil veces usado que conserva aroma y olor. Terminado el rito de prepararlo, vuelve el ama de llaves, el ama de cría, la negra ama de la casa blanca, al jardín y sobre la mesa de piedra, en pote de latón se toma su café.
Salimos de esa proyección y nos fuimos corriendo hacia Panchito de Reina Regente porque fijaros, cuando esa criada negra que fue esclava pero muere libre es enterrada, la gran señora de la casa dice que seguir viva le será bien difícil sin el café que preparaba Josefina?
Recordad, cafeinómanos somos y en Todos os mortos nos reconoceremos. Se acabó el Zinemaldia 68 pero café tenemos por sacos. Y el cine, en salas y plataformas.
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